En la edad pediátrica, hay múltiples anomalías del pene y de la piel peno-escrotal, que ocasionan problemas durante la micción, la erección, la higiene y la aceptación de la imagen corporal. Con frecuencia, estas deformidades son motivo de consulta en los primeros años de vida debido a la preocupación de los padres o cuidadores. En otros casos, pasa desapercibida y es el propio paciente el que reclama atención cuando llega la etapa escolar.
A continuación, describiremos algunas de las patologías más habituales y sus tratamientos con el objetivo de ayudaros a identificarlas.
Fimosis
La fimosis es la presencia de un anillo estrecho en la piel prepucial que impide su retracción completa y comprime al pene. La fimosis es fisiológica durante los dos-tres primeros años de vida y no precisa tratamiento antes de los 3 años de edad. Sin embargo, sí debe realizarse la movilización progresiva del prepucio con crema hidratante o tras el baño para favorecer que la piel gane elasticidad y permita su retracción y la higiene del pene.
Si no es posible conseguir la movilización completa en torno a los 3 años, puede estar indicado el tratamiento tópico con corticoides aplicado en la zona estrecha de la piel. Para que el tratamiento tópico sea eficaz, es fundamental continuar con el descenso progresivo del prepucio asegurándonos de la correcta hidratación de la zona para evitar la aparición de grietas.
Si no fuera suficiente con varios ciclos de corticoides, su cirujano o urólogo pediátrico le recomendará la circuncisión o la prepucioplastia para resecar la parte estrecha y asegurar la correcta retracción prepucial. La elección de una u otra técnica depende de las características de cada caso y de las preferencias del paciente y su familia.
Hipospadias
Se trata de una anomalía en la formación del pene durante la gestación, que se puede manifestar de tres formas:
- El meato es estrecho y no está en la punta del pene.
- El pene tiene incurvación ventral hacia abajo, más evidente en erección.
- Hay un defecto de piel prepucial ventral y exceso cutáneo dorsal.
Es importante la valoración por un urólogo pediátrico para identificar los casos leves, tranquilizar a los padres, descartar otras anomalías si fuera necesario y programar la intervención quirúrgica a una edad oportuna. La edad óptima puede individualizarse según la severidad del hipospadias y las circunstancias personales, pero suele hacerse a partir del año de vida.
Hay numerosas técnicas para su corrección según las características del hipospadias y del paciente, pero en todas ellas el objetivo es corregir la incurvación, llevar el orificio al glande y conseguir un buen resultado estético.
Pene curvo
Se trata de una anomalía en la formación del pene durante la gestación, originándose una desproporción entre los dos cuerpos cavernosos y el cuerpo esponjoso del pene. Esto ocasiona una desviación del pene durante la erección hacia el lado del cuerpo menos desarrollado que, en algunos casos, llega a ser superior a los 45 grados.
Con frecuencia, el paciente adulto acude a consulta por la dificultad para mantener relaciones y por las molestias e insatisfacción que les produce el aspecto estético.
Esta alteración anatómica se trata mediante una intervención quirúrgica en la que se valora si es necesario acortar el cuerpo de mayor tamaño o injertar el de menor tamaño, consiguiendo así que ambos sean simétricos y la erección sea recta.
Pene enterrado
Se trata de una anomalía congénita en la que el pene, que es de tamaño normal, queda oculto bajo la piel prepucial debido a un defecto de fijación de los ángulos penopúbicos.
Existen numerosas técnicas quirúrgicas para su corrección y todas ellas buscan fijar la piel a la base del pene con un resultado natural. Para ello, es fundamental que estos pacientes, aunque tengan fimosis, no sean previamente circuncidados, ya que esto dificultaría la cirugía al no disponer de piel prepucial para la fijación.
Pene atrapado
Se trata de un problema en la retracción de la piel prepucial tras una intervención previa, un proceso infeccioso o cicatricial. La piel del prepucio queda adherida al glande y con aspecto fibrótico, siendo dolorosa la movilización e impidiendo así la higiene y las erecciones con normalidad.
El tratamiento del pene atrapado es quirúrgico y no debe demorarse, debido a la dificultad para la higiene y las molestias que ocasiona para la micción o durante las erecciones.
Megaprepucio congénito
El megaprepucio congénito o vejiga prepucial es un defecto congénito en la formación de la piel prepucial debido a un exceso mucoso y un defecto cutáneo, con ausencia de fijación de ángulos penopúbicos. Como consecuencia de esta anomalía, la orina queda retenida en la mucosa prepucial redundante que se llena durante la micción. Los padres y cuidadores de los pacientes refieren que ”se llena como una bolsa y sale un chorro a presión ”.
La cirugía se lleva a cabo a partir del año de vida y la recuperación es buena, consiguiendo un resultado estético muy favorable.
Epispadias
El epispadias es el defecto en la formación de la parte dorsal del pene. Se trata de una malformación que puede formar parte de un cuadro más complejo con afectación en la formación de la vejiga y el cuello vesical. En las formas más sencillas, el epispadias es una malformación aislada en la que la uretra y el pene están abiertos en su cara dorsal dando lugar a un pene de longitud acortada y con la mucosa uretral abierta.
El tratamiento del epidipadias es quirúrgico y debe llevarse a cabo por un Urólogo Pediátrico especializado en el manejo de estas patologías.
La edad óptima para su corrección debe individualizarse según la severidad del epispadias y su asociación o no a otras patologías, pero suele hacerse a partir del año de vida. Hay numerosas técnicas quirúrgicas para su corrección según las características del pene y del paciente pero, en todas ellas, el objetivo es corregir la incurvación dorsal, tubulizar la uretra para llevar el orificio al glande y conseguir un buen resultado estético.
Tratamiento de las anomalías peneanas
El objetivo del tratamiento de todas estas anomalías previamente descritas es conseguir un buen resultado funcional y estético. Para ello, es fundamental que el orificio peneano quede en el glande y tenga un buen calibre, que la uretra tenga el diámetro necesario y sin estenosis y que las erecciones sean rectas.
La cirugía suele durar entre una o dos horas, según la severidad de la patología y la técnica empleada. Durante el postoperatorio inmediato, el paciente tiene una sonda vesical para mantener seca la zona intervenida y un apósito alrededor del pene que no retiraremos hasta el 7º día postoperatorio, evitando así molestias y curas. Tras la retirada de la sonda, el paciente recupera la continencia habitual con normalidad y no es preciso la retirada de puntos.
El seguimiento de estos pacientes continua -aunque cada vez en visitas más espaciadas- hasta que termina el crecimiento del niño. De esta manera, podemos valorar el resultado estético y funcional a largo plazo.