La vejiga hiperactiva (VH) se define como la necesidad frecuente y urgente de miccionar. Es una patología con gran prevalencia, sobre todo, a partir de los 75 años. Se estima que hasta el 12% de la población general padece esta afección, afectando a mujeres y hombres de manera similar a partir de los 75 años. El verdadero diagnóstico de vejiga hiperactiva se consigue tras la realización de un estudio urodinámico que documenta la hiperactividad del músculo detrusor (capa de músculo liso que forma parte de la pared de la vejiga).

Debido a su amplia prevalencia, está patología afecta en gran medida a la calidad de vida de los pacientes, limitando en muchos casos las esferas laborales, personales y sentimentales de los mismos. Por lo que los urólogos debemos aportar un manejo y unas herramientas a los enfermos para mejorar su calidad de vida.

Existen varios escalones terapéuticos en el manejo de la vejiga hiperactiva, desde tratamientos médicos con fármacos como anticolinérgicos o beta-adrenérgicos hasta estimulación del nervio tibial, neuro-modulación sacra e inyección de toxina botulínica (Bótox).

La toxina botulínica tipo A o botox para vejiga hiperactiva se indica cuando los tratamientos médicos son ineficaces para solucionar la situación clínica de los pacientes. El botox para la vejiga hiperactiva consiste en la inyección de la misma dentro del detrusor (músculo de la vejiga) bajo anestesia local o sedación mediante una cistoscopia para poder distribuir la toxina en la vejiga. Es un tratamiento bien tolerado, seguro y que se realiza de modo ambulante, por lo que el paciente no precisa de ingreso y se puede ir a casa tras la aplicación del bótox.

Aunque no todos los enfermos responden igual, ni con la misma duración, los resultados del bótox para la vejiga hiperactiva pueden durar hasta un periodo medio de 6 meses, en los que no se va a precisar de toma de medicación y durante los cuales los síntomas van a estar controlados.

En definitiva, el tratamiento de la vejiga hiperactiva con bótox amplía el armamento terapéutico y facilita al paciente una mejor adherencia, seguimiento y control de sus síntomas. De este modo, el paciente no precisa de otras intervenciones ni fármacos y se puede conseguir una clara mejoría en cuanto a la calidad de vida que tanto ven afectada.